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Actualmente parece que ya no vale con tener un título universitario, dos masters, 3 cursos formativos en el extranjero, 50 años de experiencia laboral, un cuerno de unicornio y un barco vikingo en casa. Además de todo ello, las empresas buscan personas que destaquen por sus habilidades, que muestren realmente aquello que son y cómo proceden en su trabajo. Quieren gente capaz, motivada, con ganas de aportar y que se identifique con los objetivos de la empresa. Y eso, amigos, no siempre se consigue.
Estoy hablando de las competencias transversales, también conocidas como competencias profesionales. Está claro que no todas las áreas demandarán las mismas competencias, ya que no es lo mismo trabajar cara al público que hacer un trabajo autónomo desde casa, por ejemplo. Aún así, hay varias competencias que, en general, son esenciales y muy valoradas por las empresas. Algunas de ellas pueden adquirirse o aprenderse a lo largo de la carrera profesional, mientras que otras son más innatas a la personalidad propia. Pero sea como sea, casi todas pueden potenciarse, ¡incluso existe formación específica para incrementarlas!
Podría empezar a enumerar una lista interminable de habilidades bien valoradas y que todo el mundo debería poseer, pero realmente tratarlas por separado no tiene sentido alguno ya que todas, en mayor o menor medida, están interrelacionadas e influyéndose entre sí.
Cuando una empresa busca un trabajador, quiere a una persona que sea capaz de tomar decisiones por sí mismo, de forma adecuada y oportuna, evaluando las consecuencias para así evitar al máximo aquellos factores externos que puedan afectar al logro de las metas u objetivos de la organización. Esto tiene mucho que ver con la implicación y el compromiso, ya que un trabajador implicado y participativo significa que también es independiente y proactivo, por lo que requerirá menor supervisión y cumplirá con las actividades y responsabilidades asignadas, escogiendo aquello más adecuado en cada momento.
Otra de las capacidades muy valoradas, y no solo en el ámbito empresarial, son las habilidades comunicativas. Saber hablar en público y expresar ideas u opiniones es básico para poder desenvolverse con soltura en cualquier contexto. Implica establecer relaciones con compañeros, proveedores y clientes, de forma que el diálogo servirá para resolver conflictos y dar instrucciones con claridad y precisión, además de para ofrecer críticas constructivas con asertividad. Y dentro de ella está la capacidad de escucha, muy importante para crear buenas relaciones con los demás, cosa que mejorará la resolución de conflictos. Hacer frente a los problemas y contratiempos, saber actuar y dar una respuesta adecuada a una situación compleja, lidiando con los demás con actitud positiva y con responsabilidad es clave para un buen desarrollo profesional. Para ello se requiere creatividad y, otra vez, capacidad de decisión, para poder ponderar las distintas alternativas, proponer nuevas y mejores ideas, y escoger entre aquellas que mayor beneficio aporten o más se acerquen a los objetivos finales.
En línea con la propuesta de ideas innovadoras, está la colaboración y trabajo en equipo. Saber tratar con los compañeros ayudará a conseguir resultados de forma más constructiva y abierta, centrándose en los logros del grupo y no individualmente. Además, el tener buena relación con otros mejorará las situaciones de estrés, ya que trabajar bajo presión implica mucha tolerancia a la frustración, enfrentándose a los obstáculos de forma positiva para seguir adelante y poder cumplir con los objetivos.
Y por hablar de la presión, esta se relaciona con el tiempo, y lo que se busca en un trabajador es que tenga buena capacidad organizativa y de gestión de dicho tiempo. Organizarse en función de las prioridades, destacar las tareas más urgentes y relevantes y establecer el tiempo que se dedicará a cada actividad es clave para cumplir idóneamente con los objetivos en el plazo establecido. Sea cual sea el área laboral, saber planificar las tareas y organizarlas para priorizar aquellas consideradas más importantes son uno de los mejores métodos para maximizar la productividad y el rendimiento laboral.
Además, también hay que hablar de la capacidad de adaptación. Saber adaptarse al entorno cambiante y a cualquier variación producida a nivel técnico u organizativo, además de afrontar los retos y situaciones nuevas sin oponer resistencia o rechazo, harán del trabajador alguien idóneo para asumir funciones distintas a las propias, mejorando su autoaprendizaje y capacidad de reciclaje y actualización.
Y tampoco hay que olvidar las capacidades de liderazgo, la motivación, la empatía, la resiliencia, el compromiso… y un sinfín de habilidades que sería imposible enumerar. Sin ninguna duda, cumplir con todos estos requisitos es todo un reto, tanto para el trabajador como para el evaluador que busca al candidato más idóneo para un puesto.